La decisión de prohibir determinadas clase de líquidos a bordo de los aviones fue tomada después de que se destapase un complot terrorista hace más de una década. Sucedió en 2006 dentro de la Operación Overt, una operación de vigilancia entre MI5 y la policía de Londres.

 Abdulla Ahmed Ali era un terrorista cuyo equipaje fue rastrado en su regreso a Reino Unido. Los expertos en inteligencia hallaron que en sus maletas había una bebida elaborada con polvo naranja y muchas baterías. Así, las autoridades vieron cómo creaba un agujero en ella para que pareciese que estaba sin abrir, pese a que contenía líquido explosivo.

La investigación también incluyo vigilancia secreta con cámaras y dispositivos de escucha, que reveló la existencia de un laboratorio de bombas en el piso del sospechoso y también destapó la identidad de varios de sus cómplices. El plan de los terroristas incluía ataques con explosivos en 7 aviones que viajaban de Londres a América del Norte, empleando un líquido derivado de peróxido de hidrógeno en los aviones.

A raíz de este suceso diversos gobiernos, incluido el británico y el estadounidense prohibieron que se pudiese introducir en los aviones grandes cantidades de líquidos, razón por la cual las aerolíneas prohíben recipientes superiores a los 100 ml, puesto que este formato no es suficiente para provocar explosiones.

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