Es uno de los carteles más famosos de la historia y su éxito se ha extendido en la última década, con variaciones turísticas hasta la náusea que conjugan el «Keep Calm» con cualquier frase. El atractivo de su origen es que se imprimió con el fin de mantener alta la moral y dar una muestra de flema estoica en el Londres azotado por las bombas del Ejército nazi.
Pero lo que no todo el mundo sabe es que este cartel nunca fue utilizado en los años del castigo de Hitler a las ciudades inglesas. En realidad saltó a la fama en el año 2000 después de haber permanecido casi 60 años oculto. La historia real del «Keep Calm and Carry On» (Mantenga la clama y continúe) la hemos podido conocer gracias a las investigaciones de la doctora Rebecca Lewis.
Tres carteles originales diferentes
Cuando los británicos asumieron que la guerra era inevitable, los dirigentes de la época trataron de hacer la lógica provisión de instrumentos defensivos. Uno de los menos tangibles y que resultaba de gran importancia para todos era la moral entre la población, habida cuenta de que el enemigo era fuerte y se temían grandes cantidades de bajas. Después de la Guerra Civil española había quedado claro que el bombardeo a las ciudades tenía como objetivo precisamente minar la moral de los civiles.
Por ello trataron de crear varios pósters. Se discutió la necesidad de dedicar tantos medios a la impresión de cinco millones de pósters para estimular la moral pública.
Inmediatamente un equipo creativo se puso en marcha. Los primeros pósters, que sí se utilizaron en los primeros meses de guerra fueron: «Freedom is in Peril: Defend it with all Your Might» (La libertad está en peligro: defiéndela con todo tu empeño), y «Your Courage, Your Cheerfulness, Your Resolution will bring us Victory» (Tu coraje, alegría y determinación nos dará la victoria). En la misma hornada se imprimió también otro, el que no se llegó a utilizar apenas pero que se ha quedado con toda la fama: «Keep Calm and Carry On».
Se reservó en previsión del endurecimiento de los bombardeos, lo cual revela que las autoridades no estaban muy equivocadas, aunque pocos podían esperar el fuego que las bombas de Hitler desatarían a partir del 7 de septiembre de 1940: el «Blitz», que arrojó durante 8 meses toneladas industriales de bombas que castigaron sobre todo a Londres.
No fueron los únicos pósters de la propaganda interior, que trataba de cohesionar el esfuerzo de guerra. De hecho alguno se dedicaba específicamente al apoyo a las tropas: «Our Fighting Men Depend on You», (Nuestros combatientes dependen de ti), que fue pegado en fábricas y puertos.
En el inicio de la guerra apenas cayeron bombas, gracias a la resistencia de la Royal Air Force en la batalla de Inglaterra. En los almacenes había dos millones y medio de copias de «Keep Calm…», listos para pegarlos en cuanto empezara el bombardeo. Pero para ese septiembre de 1940 el Ministerio de Información británico ya sabía que a la gente le molestaban los carteles, porque los encontraban paternalistas, así que dejaron de usarse. Para que no se supiera nunca el gasto efectuado, la mayor parte de los pósters acabaron volviendo a hacerse pasta de papel. Sólo unos pocos ejemplares se librarían.
Aparece un ejemplar en 2000
El resto ya es conocido, el propietario de la librería Barter Books, Stuart Manley, compró un cajón en una subasta en el que esperaba encontrar libros dignos de retornar al mercado. Y al fondo de la caja halló un ejemplar de aquel póster. Lo enmarcó y lo colgó en la pared de la tienda, detrás de su mesa despacho. Y ahí nació el icono. Cada vez que alguien lo veía le pedía otra copia. Tanto que al final imprimió una corta tirada, que le quitaron de las manos, como se suele decir. La gran impresión que trajo el cartel de nuevo a la vida vino de la mano del dibujante de cómic Chris Donald, que rediseñó y equilibró en parte la antigua tipografía. Gracias a sus consejos, Manley pidió los permisos para comercializar este póster al Gobierno, puesto que el original perteneció a la Corona. La respuesta fue positiva y recibió luz verde para comercializar productos con la frase que tan rápidamente arrastraba al éxito.
Lo malo es que Manley no registró la explotación comercial de la idea. Y ahí empezó a girar la bola de nieve que ha convertido el mensaje inédito contra el daño de los bombardeos en la moral en un icono del siglo XXI. Por cierto que no ha sido ajeno a batallas judiciales por los derechos, no en Gran Bretaña, pero sí en Europa, donde una empresa sí registró los productos Keep Calm…
La nueva versión no se registró, y eso explica la infinita variedad de afiches turísticos que hoy puede encontrarse en las calles de Londres en los que el Keep Calm se aplica a casi todas las actividades de la vida humana. Lo mejor es que, aunque no fuera utilizado, el comportamiento bajo las bombas del «Blitz» fue precisamente el que pretendía ese mensaje, una calma que forjó el carácter del pueblo que ganó la guerra.
Cabe animar a quien quiera profundizar a que lea la tesis original de la doctora Lewis, (titulada «The Planning, Design and Reception of British Home Front Propaganda Posters of the Second World War» y disponible aquí), porque hace un recuento completo de la propaganda de guerra en aquella época y la recepción que tuvieron las medidas del alto mando en la población.
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